Mi Salvador



Camine por el  corredor durante un largo tiempo, sin estar segura de porque. No había ventanas, ni nada en las lustrosas paredes que me permitiera ver el exterior o que me indicara hacia donde ir. Por eso no lograba comprender en donde me encontraba. Sentía el cuello tenso por girar la cabeza en todas direcciones a cada momento, hacia adelante o hacia atrás, las limpias y estériles paredes blancas eran siempre iguales, continuas y sin fin. Había una fuente de luz en algún sitio, porque yo podía verla, y le daba a las inmaculadas paredes una visión aún más fría. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado a ese lugar? me preguntaba constantemente, y lo más importante ¿Cómo diablos iba a salir de ahí? Porque de eso estaba segura, quería salir y pronto.

A medida de que mis pies seguían avanzando, el aire frío se colaba con más fuerza en mis huesos, bloqueándome las articulaciones y entumeciéndome el cuerpo, lo que convertía mis pasos en movimientos toscos y cortos. Tampoco ayudaba la indumentaria con la que contaba, una simple bata blanca no era abrigo suficiente en ese sitio, una bata -examiné con curiosidad- era bastante parecida a las que se usan en los hospitales. Mantuve el paso por el interminable pasillo blanco tratando de no dejarme vencer por el pánico, pero este iba creciendo por momentos, al no poder encontrar la dichosa salida, además, no lograba ver a ninguna otra persona, lo que era realmente aterrador. Sola, perdida y muerta de frío ¡Genial!

-¿Hola? -pregunté con un susurro, pero nadie contestó mi saludo.
-¿Hola? ¿Hay alguien más aquí? -levanté un poco mi tono de voz, pero ni así obtuve respuesta. Seguí intentándolo- ¿Nadie me escucha? ¿Alguien me puede decir como salir de este sitio? -grité ahora, la desesperación comenzaba a colarse en mi mente, haciendo una mala combinación con el miedo. 

Grite más, pero nadie respondía mis llamados. Estaba realmente asustada, y las lágrimas que contuve antes, comenzaron a brotar de mis ojos. No había nadie. Estaba total y absolutamente sola en ese lugar, atrapada sin siquiera saber como había llegado. ¿Porque? pensé en medio de mi angustia, ¿Porque me tiene que pasar esto? Me derrumbe de rodillas en medio del túnel, ahogándome entre el llanto descontrolado y el miedo total que gobernaba mis sentidos. Parecía estar atrapada en una película de terror, pero peor. Lloré y me desgañité la garganta gritando todos los nombres que recordaba, todos brotaron de mis labios en medio de mi llanto desesperado. 

Llorando en medio de mi crisis bajé las manos con que me cubría los ojos y pude vislumbrar una pequeña luz muy lejana a mi. Pestañeé varias veces entrecerrando los ojos pensando que solo eran alucinaciones mías, pero cuando volví a mirar hacia adelante pude verla nuevamente, si, allí estaba la salida. Me levanté en menos de un segundo, riendo como loca ante la inesperada visión que me llegaba de lejos. ¡Sí! ¡Voy a salir de aquí! Esos eran los únicos pensamientos que flotaban en mi mente cuando obligué a mis pies entumecidos a trabajar, para poder escapar de ese sitio tan extraño. A medida que corría la tenue y pequeña luz se hacía mas clara y más grande. Mi corazón palpitó emocionado ante la cercanía de mi libertad, cuando de pronto algo llamó mi atención. En las paredes antes lisas y blancas ahora podía vislumbrar unos garabatos incomprensibles, que pasaban a la velocidad del rayo a mi lado. Me detuve de pronto intrigada y observé con atención uno que estaba a mi derecha, la imagen difusa y opaca se volvía mas nítida ante mis ojos. Yo trataba de entender que eran esas imágenes que ahora se formaban a mi alrededor pero no podía encontrar sentido a los colores que aparecían. Giré mi cabeza hacia la salida para asegurarme de que seguía allí, al verla, me volví nuevamente hacia la imagen que ahora me mostraba algunos rostros. Entrecerré mis ojos para comprender mejor, pero no reconocía a nadie en la imagen, fue entonces me dí cuenta de que había muchas otras imágenes a lo largo del pasillo, mejor dicho, estaba lleno de ellas, y todas eran diferentes.
Anduve entre toda la gama de variados colores que se desplegaba ante mis ojos maravillada de pronto, porque ahora ya no tenía frío sino que todo el ambiente era cálido.

Me detuve en otra imagen a mi izquierda que llamó especialmente mi atención, era de una pareja en un parque o algo así, el rostro de la que supuse era la chica no lograba verlo con claridad, había una sombra sobre él, pero el que estaba a su lado sí lo podía ver perfectamente, de hecho, juraría que hasta despedía brillo. Me concentré en esa cara que me devolvía la mirada y de pronto mi corazón empezó a saltar como loco dentro de mi pecho, en una especie de danza frenética que me tomó por sorpresa. Llevé una de mis manos sobre mi pecho mientras intentaba entender esa reacción cuando una palabra comenzó a golpetearme en la cabeza, un simple nombre que no lograba relacionar con nada llegó a mi mente. Diego... Diego... me susurraba alguien dentro de mi cabeza, Diego -mencioné- ¡Diego! grité en medio de una súbita alegría, entonces dirigí mi mirada hacia la otra persona de la imagen, y así como presentí, pude observar mi rostro mirándome desde la pared, entonces todo volvió a mi.

Comencé a correr a toda marcha hacia la salida, aunque parecía que más bien me estaba alejando de ella, intenté aumentar la velocidad, corría con todas mis fuerzas pero cuando estaba cerca de la luz, cuando estaba a unos pocos metros de llegar sentí un horrible dolor en el pecho. Caí arrodillada y sin aliento con ambas manos sobre mi corazón, tratando de contener el dolor espantoso que sentía, cuando de pronto volvió a azotarme. Grité sin poder contenerme cuando se volvió cada vez más seguido, y lloré de impotencia por no poder lograr salir, por no poder volver a ver a mi Diego una vez más. ¡He fallado! lloré amargamente al comprender que me moría. Se me había acabado el tiempo.

-¡Diego! -grité con mi voz inundada por el llanto y la pena- ¡Diego ayúdame!- pero todo lo que pude ver fue que me alejaba de la luz. Me dejé ir, porque ya no tenía fuerzas, mi Diego ya no estaría para despertarme. ¡Te amo!, grite con toda mi alma, y fue cuando todo se apagó.

*************

Recuperé la conciencia de mi cuerpo lentamente y con bastante dificultad. Me sentía perdida y desorientada. ¡Estoy viva! celebré en mi mente al poder sentir el golpeteo uniforme de mi corazón dentro de mi pecho, al contar unas cuantas de mis inhalaciones y sentir como se llenaba mi abdomen. Lo había logrado, estaba de vuelta aún cuando había creído que era el fin. Intenté abrir mis ojos para asegurarme de que podría ver a mi Diego una vez mas, pero mis párpados estaban muy pesados, así que tantee el borde del lugar en donde  estaba tumbada para así tratar de saber en donde estaba. Pero al intentar mover mi mano derecha, me sorprendí al entender que alguien me tomaba de la mano. Ese simple contacto me bastó para abrir los ojos, lentamente el lugar fue adquiriendo formas y colores variados, enfoqué tratando de eliminar la bruma mental que me poseía y entonces miré a quien me tomaba de la mano.

El hombre tenía la cabeza sobre el colchón junto a mi cadera y sostenía mi mano como si de eso dependiera su vida, estaba dormido pero aún así me pareció el muchacho más bello del planeta. Sentí ganas de llorar al notar su aspecto pálido y desmejorado ¿Qué le paso a mi Diego? Una lágrima se desbordó por mi mejilla al recordar finalmente el accidente y lo que debió pasar después era demasiado aterrador para siquiera pensarlo.

Con mi mano libre comencé a acariciarle el cabello corto y él que comenzó a moverse, hasta que finalmente despertó. Mantuve mi mano en su cabeza mientras cambiaba de posición, esperando el momento en que dirigiera su mirada hacia mi. El se removía con pesadez y yo  pude comprender lo cansado que estaba, mi corazón se sentía adolorido y apenado por verlo en ese estado, aunque eso no podía mitigar la felicidad y el alivio que sentí al comprender que no le había sucedido nada grave. Cando finalmente levantó la cabeza, contuve el aliento hasta que su mirada se trabó en la mía.

-Diego.. -susurré y mi voz salió ronca, por un momento no la reconocí. 
-Lucía -pronunció mi nombre con la incredulidad pintada en sus bellas facciones y en sus hermosos ojos de miel- ¡Lucía has vuelto! -exclamó besándome las manos con vehemencia.

Se abalanzó sobre mi al mismo tiempo que me rodeaba con sus fuertes brazos y yo comenzaba a llorar descontroladamente por la emoción. El también lloraba, lo supe por los sollozos ahogados que le comprimían el pecho cada vez que respiraba, lo que solo provocó que mi llanto se intensificara. Levantó su rostro y buscó mi mirada nublada por las lágrimas y comenzó a quitarlas una a una con infinita ternura pasando los dedos por mi rostro, su tacto cálido por siempre permanecerá grabado en mi alma.

-Has vuelto a mi, mi amor -dijo con la voz rota por la emoción.

Se me hizo un nudo en la garganta ante su tono agotado y desesperado. Quise arroparlo en mis brazos y drenar el dolor que ensombrecía su hermosa mirada. Pero fueron las palabras que él pronunció lo que me devolvió por completo la lucidez.

-Siempre volveré a ti, amor mío -aseguré antes de que sus labios reclamaran los míos con ansiedad y avidez.

Nos besamos durante mucho tiempo, aunque a mí me parecieron apenas segundos, porque simplemente quería pasar el resto de mi vida perdida en sus labios. Luego de que la desesperación cediera un poco, él se recostó a mi lado en la cama del hospital, abrazándome con esa delicadeza que siempre lo había caracterizado, besó mi cabello antes de acomodarme a su lado. Ambos nos sumimos en un terso silencio, en el que no hacían falta las palabras para decirnos cuanto nos amábamos. Mientras ambos imaginábamos el futuro que nos esperaba juntos, yo también me aferré a él, a mi ancla, mi salvador. Y ya nada en el mundo lograría separarme del hombre que me arrancó de los brazos de la muerte para devolverme a la vida, y yo comprendí que sólo a los brazos de él, de mi Diego, son a los que pertenezco.


FIN





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27 de marzo de 2011

Mi Salvador



Camine por el  corredor durante un largo tiempo, sin estar segura de porque. No había ventanas, ni nada en las lustrosas paredes que me permitiera ver el exterior o que me indicara hacia donde ir. Por eso no lograba comprender en donde me encontraba. Sentía el cuello tenso por girar la cabeza en todas direcciones a cada momento, hacia adelante o hacia atrás, las limpias y estériles paredes blancas eran siempre iguales, continuas y sin fin. Había una fuente de luz en algún sitio, porque yo podía verla, y le daba a las inmaculadas paredes una visión aún más fría. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado a ese lugar? me preguntaba constantemente, y lo más importante ¿Cómo diablos iba a salir de ahí? Porque de eso estaba segura, quería salir y pronto.

A medida de que mis pies seguían avanzando, el aire frío se colaba con más fuerza en mis huesos, bloqueándome las articulaciones y entumeciéndome el cuerpo, lo que convertía mis pasos en movimientos toscos y cortos. Tampoco ayudaba la indumentaria con la que contaba, una simple bata blanca no era abrigo suficiente en ese sitio, una bata -examiné con curiosidad- era bastante parecida a las que se usan en los hospitales. Mantuve el paso por el interminable pasillo blanco tratando de no dejarme vencer por el pánico, pero este iba creciendo por momentos, al no poder encontrar la dichosa salida, además, no lograba ver a ninguna otra persona, lo que era realmente aterrador. Sola, perdida y muerta de frío ¡Genial!

-¿Hola? -pregunté con un susurro, pero nadie contestó mi saludo.
-¿Hola? ¿Hay alguien más aquí? -levanté un poco mi tono de voz, pero ni así obtuve respuesta. Seguí intentándolo- ¿Nadie me escucha? ¿Alguien me puede decir como salir de este sitio? -grité ahora, la desesperación comenzaba a colarse en mi mente, haciendo una mala combinación con el miedo. 

Grite más, pero nadie respondía mis llamados. Estaba realmente asustada, y las lágrimas que contuve antes, comenzaron a brotar de mis ojos. No había nadie. Estaba total y absolutamente sola en ese lugar, atrapada sin siquiera saber como había llegado. ¿Porque? pensé en medio de mi angustia, ¿Porque me tiene que pasar esto? Me derrumbe de rodillas en medio del túnel, ahogándome entre el llanto descontrolado y el miedo total que gobernaba mis sentidos. Parecía estar atrapada en una película de terror, pero peor. Lloré y me desgañité la garganta gritando todos los nombres que recordaba, todos brotaron de mis labios en medio de mi llanto desesperado. 

Llorando en medio de mi crisis bajé las manos con que me cubría los ojos y pude vislumbrar una pequeña luz muy lejana a mi. Pestañeé varias veces entrecerrando los ojos pensando que solo eran alucinaciones mías, pero cuando volví a mirar hacia adelante pude verla nuevamente, si, allí estaba la salida. Me levanté en menos de un segundo, riendo como loca ante la inesperada visión que me llegaba de lejos. ¡Sí! ¡Voy a salir de aquí! Esos eran los únicos pensamientos que flotaban en mi mente cuando obligué a mis pies entumecidos a trabajar, para poder escapar de ese sitio tan extraño. A medida que corría la tenue y pequeña luz se hacía mas clara y más grande. Mi corazón palpitó emocionado ante la cercanía de mi libertad, cuando de pronto algo llamó mi atención. En las paredes antes lisas y blancas ahora podía vislumbrar unos garabatos incomprensibles, que pasaban a la velocidad del rayo a mi lado. Me detuve de pronto intrigada y observé con atención uno que estaba a mi derecha, la imagen difusa y opaca se volvía mas nítida ante mis ojos. Yo trataba de entender que eran esas imágenes que ahora se formaban a mi alrededor pero no podía encontrar sentido a los colores que aparecían. Giré mi cabeza hacia la salida para asegurarme de que seguía allí, al verla, me volví nuevamente hacia la imagen que ahora me mostraba algunos rostros. Entrecerré mis ojos para comprender mejor, pero no reconocía a nadie en la imagen, fue entonces me dí cuenta de que había muchas otras imágenes a lo largo del pasillo, mejor dicho, estaba lleno de ellas, y todas eran diferentes.
Anduve entre toda la gama de variados colores que se desplegaba ante mis ojos maravillada de pronto, porque ahora ya no tenía frío sino que todo el ambiente era cálido.

Me detuve en otra imagen a mi izquierda que llamó especialmente mi atención, era de una pareja en un parque o algo así, el rostro de la que supuse era la chica no lograba verlo con claridad, había una sombra sobre él, pero el que estaba a su lado sí lo podía ver perfectamente, de hecho, juraría que hasta despedía brillo. Me concentré en esa cara que me devolvía la mirada y de pronto mi corazón empezó a saltar como loco dentro de mi pecho, en una especie de danza frenética que me tomó por sorpresa. Llevé una de mis manos sobre mi pecho mientras intentaba entender esa reacción cuando una palabra comenzó a golpetearme en la cabeza, un simple nombre que no lograba relacionar con nada llegó a mi mente. Diego... Diego... me susurraba alguien dentro de mi cabeza, Diego -mencioné- ¡Diego! grité en medio de una súbita alegría, entonces dirigí mi mirada hacia la otra persona de la imagen, y así como presentí, pude observar mi rostro mirándome desde la pared, entonces todo volvió a mi.

Comencé a correr a toda marcha hacia la salida, aunque parecía que más bien me estaba alejando de ella, intenté aumentar la velocidad, corría con todas mis fuerzas pero cuando estaba cerca de la luz, cuando estaba a unos pocos metros de llegar sentí un horrible dolor en el pecho. Caí arrodillada y sin aliento con ambas manos sobre mi corazón, tratando de contener el dolor espantoso que sentía, cuando de pronto volvió a azotarme. Grité sin poder contenerme cuando se volvió cada vez más seguido, y lloré de impotencia por no poder lograr salir, por no poder volver a ver a mi Diego una vez más. ¡He fallado! lloré amargamente al comprender que me moría. Se me había acabado el tiempo.

-¡Diego! -grité con mi voz inundada por el llanto y la pena- ¡Diego ayúdame!- pero todo lo que pude ver fue que me alejaba de la luz. Me dejé ir, porque ya no tenía fuerzas, mi Diego ya no estaría para despertarme. ¡Te amo!, grite con toda mi alma, y fue cuando todo se apagó.

*************

Recuperé la conciencia de mi cuerpo lentamente y con bastante dificultad. Me sentía perdida y desorientada. ¡Estoy viva! celebré en mi mente al poder sentir el golpeteo uniforme de mi corazón dentro de mi pecho, al contar unas cuantas de mis inhalaciones y sentir como se llenaba mi abdomen. Lo había logrado, estaba de vuelta aún cuando había creído que era el fin. Intenté abrir mis ojos para asegurarme de que podría ver a mi Diego una vez mas, pero mis párpados estaban muy pesados, así que tantee el borde del lugar en donde  estaba tumbada para así tratar de saber en donde estaba. Pero al intentar mover mi mano derecha, me sorprendí al entender que alguien me tomaba de la mano. Ese simple contacto me bastó para abrir los ojos, lentamente el lugar fue adquiriendo formas y colores variados, enfoqué tratando de eliminar la bruma mental que me poseía y entonces miré a quien me tomaba de la mano.

El hombre tenía la cabeza sobre el colchón junto a mi cadera y sostenía mi mano como si de eso dependiera su vida, estaba dormido pero aún así me pareció el muchacho más bello del planeta. Sentí ganas de llorar al notar su aspecto pálido y desmejorado ¿Qué le paso a mi Diego? Una lágrima se desbordó por mi mejilla al recordar finalmente el accidente y lo que debió pasar después era demasiado aterrador para siquiera pensarlo.

Con mi mano libre comencé a acariciarle el cabello corto y él que comenzó a moverse, hasta que finalmente despertó. Mantuve mi mano en su cabeza mientras cambiaba de posición, esperando el momento en que dirigiera su mirada hacia mi. El se removía con pesadez y yo  pude comprender lo cansado que estaba, mi corazón se sentía adolorido y apenado por verlo en ese estado, aunque eso no podía mitigar la felicidad y el alivio que sentí al comprender que no le había sucedido nada grave. Cando finalmente levantó la cabeza, contuve el aliento hasta que su mirada se trabó en la mía.

-Diego.. -susurré y mi voz salió ronca, por un momento no la reconocí. 
-Lucía -pronunció mi nombre con la incredulidad pintada en sus bellas facciones y en sus hermosos ojos de miel- ¡Lucía has vuelto! -exclamó besándome las manos con vehemencia.

Se abalanzó sobre mi al mismo tiempo que me rodeaba con sus fuertes brazos y yo comenzaba a llorar descontroladamente por la emoción. El también lloraba, lo supe por los sollozos ahogados que le comprimían el pecho cada vez que respiraba, lo que solo provocó que mi llanto se intensificara. Levantó su rostro y buscó mi mirada nublada por las lágrimas y comenzó a quitarlas una a una con infinita ternura pasando los dedos por mi rostro, su tacto cálido por siempre permanecerá grabado en mi alma.

-Has vuelto a mi, mi amor -dijo con la voz rota por la emoción.

Se me hizo un nudo en la garganta ante su tono agotado y desesperado. Quise arroparlo en mis brazos y drenar el dolor que ensombrecía su hermosa mirada. Pero fueron las palabras que él pronunció lo que me devolvió por completo la lucidez.

-Siempre volveré a ti, amor mío -aseguré antes de que sus labios reclamaran los míos con ansiedad y avidez.

Nos besamos durante mucho tiempo, aunque a mí me parecieron apenas segundos, porque simplemente quería pasar el resto de mi vida perdida en sus labios. Luego de que la desesperación cediera un poco, él se recostó a mi lado en la cama del hospital, abrazándome con esa delicadeza que siempre lo había caracterizado, besó mi cabello antes de acomodarme a su lado. Ambos nos sumimos en un terso silencio, en el que no hacían falta las palabras para decirnos cuanto nos amábamos. Mientras ambos imaginábamos el futuro que nos esperaba juntos, yo también me aferré a él, a mi ancla, mi salvador. Y ya nada en el mundo lograría separarme del hombre que me arrancó de los brazos de la muerte para devolverme a la vida, y yo comprendí que sólo a los brazos de él, de mi Diego, son a los que pertenezco.


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